Turismo slow: qué es y por qué deberías practicarlo

Menos postureo y más turismo slow.

¿Turismo qué?

Turismo slow: viajes a fuego lento y saboreando cada instante.

Hazte estas tres preguntas y verás por dónde van los tiros:

¿Eres víctima de un FOMO descomunal?

¿No puedes evitar instagramear todo lo que se te pone a tiro en tus escapadas?

¿Tienes una bucket list viajera como si fueras a vivir 100 años?

Pues quizás, solo quizás, necesites darle una pensadita a tu manera de explorar el mundo, my friend.

A ver, que no seremos nosotros los que te digamos que no te muevas de casa. Pero no hace falta salir como si lo fueran a prohibir, que hay muchas maneras de conocer sitios nuevos y cada vez hay más gente que se está subiendo a viajar despasito, como la canción.

Si no sabes qué esto del turismo slow, quédate por aquí, que te va a quedar clarinete.

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Qué es eso del turismo slow

Como para casi todo en la vida, lo mejor para captar la esencia del turismo slow es conocer sus orígenes.

Esta es la historia de un italiano, Carlo Petrini para más señas, que estaba harto de la comida basura, comida rápida o fast food, como lo quieras llamar. De eso y del modo de vida que conlleva.

Como era un tipo muy sesudo, decidió fundar el movimiento Slow Food para, según sus propias palabras: “defender las tradiciones de cada región, una alimentación adecuada, el placer gastronómico y un ritmo de vida lento”. 

Vamos, que lo que el bueno de Carlo quería era frenar la escalada de los restaurantes de comida rápida y romper con la tiranía de las prisas y el estrés.

Esta forma de pensar y de vivir, trasladada al mundo de los viajes es lo que se llama Slow Tourism. Es decir: lo opuesto del turismo de masas que se ha impuesto en los últimos tiempos.

Por tanto, el turismo slow es a la vez un estilo de vida. Uno en el que las prisas no son bienvenidas porque no te dejan empaparte de la esencia de los lugares que visitas y conocer a sus gentes.

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Características del turismo slow

Si lo que has leído hasta ahora te suena a gloria pero no acabas de saber cómo es en realidad salir con un ritmo más chill, te vamos a contar cómo es un viaje slow.

Estas son sus señas de identidad:

El turismo slow es experimentar

Sé sincero contigo mismo: ¿qué es lo que más recuerdas cuando vuelves de viaje?

Efectivamente: las experiencias y anécdotas que te han conectado para siempre con el lugar que visitas. 

Para eso hay que dedicar tiempo, deambular y abrir bien los ojos. Arriésgate a no ir por donde va todo el mundo y a hablar con los locales. Y así de paso no arrasamos entre todos los mismos sitios.

Pondremos un ejemplo: visitar las ruinas de un templo griego en la isla de Cerdeña es una preciosidad, ¿verdad?

¿Y qué dirías del mismo lugar pero sentándote a ver caer el sol entre esas piedras milenarias para luego cenar en un pequeño restaurantito del pueblo? Pues esto es turismo slow.

Así que, cuando planifiques tus viajes selecciona con esmero los sitios que quieres ver, restaurantes alternativos y alojamientos que no sean el típico hotel mastodóntico sino una experiencia en sí misma.

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El turismo slow es sostenible

Seguro que has ido a lugares que te encantan pero te ha dado mucha pena ver que están masificados y sucios. Incluso en sitios espectaculares del planeta han tenido que restringir las visitas para preservarlos.

Una pena.

Pues súbete al carro el turismo slow y pon tu granito de arena contra el desgaste salvaje de los lugares que amas.

Hay pequeños gestos que cuestan poco pero rentan mucho y que están al alcance de la mano de cualquiera. Por ejemplo: optimizar los vehículos, nada de ir dos personas por coche si cabéis hasta cinco. O respetar la flora y la fauna de allá donde vayas. No, no se pueden coger flores de donde a uno le apetezca.

Por no hablar de las botellas y envases varios: hazte con una reutilizable y rellénala. O por lo menos recicla las que compres. Y si compras comida para llevar, hazlo de tiendas en las que no utilicen plástico.

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El turismo slow contribuye a la economía local

¿Que cómo puedes tú ayudar a la economía local de los destinos que visitas?

Pues consumiendo productos y servicios suyos, por ejemplo.

Come en restaurantes locales que seguro que cocinan con ingredientes de proximidad. Así matas dos pájaros de un tiro: haces que los lugareños se ganen la vida y de paso ahorras emisiones del transporte que conlleva traer las cosas de lejos.

Además de contribuir a la causa medioambiental seguro que consigues probar platos únicos, de esos que no están en los menús de las grandes cadenas.

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Por qué empezar a practicar el turismo slow

Si tuviéramos que escoger una sola razón, sería esta: la Tierra lo necesita.

El cambio climático ya está aquí. No es que tú vayas a solucionar los problemas medioambientales del mundo mundial, pero si cada uno aportamos nuestro granito de arena, igual le paramos los pies al calentamiento global.

Y lo que decíamos antes: nos estamos cargando las maravillas del mundo. Con otra manera de viajar podemos frenar el deterioro de monumentos y patrimonio histórico-cultural para que duren muchas generaciones.

Di adiós al Atila que llevas dentro y ponte a cuidar lo que tenemos desde ya.

Además, si te tomas los viajes con más calma en lugar de ir a muerte a cumplir con una check list interminable, dejas lugar a la magia, abres la mente y renuevas energías para lidiar con el día a día a tu vuelta.

Así que ponte en modo turismo slow, escoge tu próximo destino y hazte con uno de nuestros Cuadernos de Viaje al que ir añadiendo sitios elegidos cuidadosamente, que un viaje son unas vacaciones, no una carrera agotadora.

Puede que tengas que renunciar a algunas cosas, vale. Pero a cambio verás otras de manera más profunda conectando con la esencia de cada destino. 😉

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